“Es una actuación administrativa en respuesta a unas insidias, falsedades e infundios intencionados, en los que se intentó de manera perversa por parte del periodista enfrentarme como alcalde a todos los empleados municipales de Villaviciosa”. Eso dijo José Jover en pleno para tratar de explicar la carta que me envió, y por la que ha sido condenado en primera y segunda instancia, y justificar que seamos todos los vecinos los que le paguemos el proceso judicial. Y es mentira. 

Primero porque no fueron insidias, falsedades ni infundios intencionados (los hechos son tozudos y jamás mentiría intencionadamente -eso se lo dejo a otros), pero sobre todo porque la carta que escribió, y por la que está condenado por intromisión ilegítima en mi intimidad y honor personal y profesional, nada tuvo que ver con el intento de “enfrentarle como alcalde a todos los empleados municipales de Villaviciosa”.

Ese argumento ya lo empleó en el juicio para defenderse de haber hecho llegar la carta a los anunciantes de la revista, grupos políticos y trabajadores municipales (que eso sí era para hacer daño de manera intencionada), recurriendo a otro episodio ocurrido un año antes sobre unas manifestaciones suyas aparecidas en La Prensa de Villa en las que ponía a caldo a los funcionarios (a los que no cumplían su función), de las que luego quiso desdecirse.

Pero ya entonces la jueza desautorizó a su defensa a seguir apelando a ese hecho por no venir al caso, vamos que la argucia no coló, ya que ni en los acontecimientos previos ni en la propia carta había una sola referencia que ligara una cosa a la otra. Incluso esa primera sentencia recoge cómo el alcalde reconoce el motivo de la carta: “El propio Sr. Jover explica que fue para defenderse porque se estaban vertiendo injurias, infundios contra él, en concreto que la Comunidad de Madrid le había obligado a cesar al Jefe de Policía Local y, a su parecer, esto menoscababa su principio de autoridad como Alcalde y era falso”. Es decir, no estaba “de manera perversa” tratándole de enfrentar a los empleados municipales, sino que lo que había hecho era “menoscabar su autoridad”. Pero claro, por una cuestión de soberbia no se justifica que su abogado lo paguemos todos. Así que mentimos y ya está, que esta gente es tonta y no se entera. Y si se enteran, tampoco va a pasar nada…

No fue la única de sus mentiras que quedó impune en ese último pleno. Porque a continuación dijo que “el grave motivo fue decir por escrito que no se puede envidiar, mentir y difamar y luego ir a misa; ese es el grave delito cometido”. Pues bien, la Audiencia Provincial lo explicaba algo mejor: “El contenido de la carta remitida por el demandado al demandante evidencia que se han proferido frases y expresiones referidas al actor que rebasan claramente el ámbito de la crítica, carecen de justificación objetiva, resultan manifiestamente vejatorias, descalificatorias y ofensivas, siendo totalmente innecesarias…”. Eso ya es otra cosa. 

Pero hay más: la primera sentencia es igualmente inequívoca: “Resulta que algunas de las expresiones utilizadas en la carta en litigio, que el propio Sr. Jover, en el acto del juicio, califica de “poco afortunadas”, “fuera de tono” o “mejorables”, han  sobrepasado el ámbito de la libertad de expresión que resulta constitucionalmente amparado y han vulnerado de modo ilegítimo el derecho al honor del demandante, de un modo que éste no se encuentra obligado a soportar. Así sucede cuando se tacha al demandante de “embustero intencionado” y “trapisondista vulgar…”, se dice de él que “por tus complejos, por tus indiscreciones, cotilleos y maledicencias, al final la gente te acaba esquivando”, se añade que se hace extensivo el contenido de la carta a los empresarios que se anunciaban en la revista “para que sepan que ligan el prestigio de sus firmas al de un vendedor de publicidad que miente sin recato y que con sus complejos y ruindades podrías arrastrarles a serios perjuicios”  o se afirma que “lo que has publicado es denunciable, pero como en este país últimamente sale gratis mentir, prefiero hacerlo de esta manera y dejar constancia de tus maniobras y actitudes mezquinas…”.

Y termina la sentencia de esta contundente manera: “Lo que no es admisible es que se empleen frases y expresiones ultrajantes u ofensivas, sin relación con las ideas u opiniones que se expongan, y por tanto, innecesarias a este propósito (…) El Sr. Jover, lejos de articular por los cauces que el ordenamiento jurídico contempla al efecto su derecho de rectificación, utiliza indebidamente la vía institucional para realizar, de forma insultante, su crítica personal. Pero en nombre de la libertad de expresión no cabe insultar a nadie, ni cabe la crítica en la forma innecesariamente grosera e insultante con que se expresa, máxime  cuando procede de ciudadanos cualificados por su función pública o por su relevancia institucional y social, como es un Alcalde que, a mayor abundamiento, se ha expresado en su condición de tal.  Y con mayor razón cuando se trata de imponer la mudez del periodista, siendo que la libertad de información es la médula de un sistema democrático, la condición indispensable de su existencia y de su propia dignidad”.

¿Mentirá sin ningún tipo de vergüenza o el alcalde realmente se cree sus propias mentiras? Incluso sería peor lo segundo, porque demostraría su total incapacidad para ejercer cualquier responsabilidad. La primera solo le inhabilitaría para ejercer cargo público.